Sala de psicomotricidad

La sala de psicomotricidad está formada por diferentes espacios que favorecen el desarrollo madurativo del niño y de la niña así como de diferentes materiales no estructurados que permiten al niño y niña utilizarlos según el juego de ese momento, favoreciendo el uso múltiple de los objetos desde sí mismos, desde su pensamiento y vivencia de representación. 

Las sesiones de psicomotricidad se componen de fases sucesivas para que los niños y niñas puedan pasar por diferentes niveles de simbolización. Estas fases las componen el ritual de entrada; la fase de expresividad motriz; la fase de representación y ritual de salida.
Estas fases otorgan al niño y a la niña un orden en la sesión de psicomotricidad, un ritmo, que le permite integrar el momento en el que se encuentra dentro de la sesión, le permite sentirse seguro y saber cuando es el momento de inicio, de juego y de salida.
El ritmo temporal y el espacio con materiales específicos componen la sala de psicomotricidad basda en la práctica psicomotriz. Además la figura del psicomotricista es esencial para que el niño se exprese en la sala como ser único, descubriendo nuevas maneras de hacer, de jugar y de pensar.

¿Qué adquieren los niños y las niñas en la sala de psicomotricidad?

La infancia es una etapa de descubrimiento y de integración. Todo lo que vive el niño y la niña en el día a día va dejándoles huella, de ahí que la psicomotricidad basada en la práctica psicomotriz favorezca una conciencia corporal propia.

El niño y la niña, a través de sus propias acciones, y desde su propia necesidad y deseo, van generando una integración motriz consciente.

Con este proceso de integración, el niño y la niña van ganando seguridad en sus acciones corporales, van realizando otras acciones que les permiten saber lo que son capaces de hacer, a la vez que van construyendo su propia autoestima de manera positiva.

Esta seguridad inicial va ampliándose a la seguridad postural y al equilibrio corporal, que se encuentra en relación con el equilibrio psíquico, favoreciendo así su bienestar emocional.

Es importante conocer que el niño y la niña van viviendo su proceso corporal y psíquico de manera conjunta.

Las acciones y juegos que se desarrollan en la sala, permiten también el desarrollo de la creatividad, de la expresividad motriz y de la apertura emocional.

El niño y la niña vivencian en la sala acciones individuales y conjuntas. Las relaciones que se establecen en la sala dan lugar a vivencias de juego compartido, donde el niño y la niña van generando relación con otros, y conocimiento junto a ellos.

La figura del psicomotricista acompaña los procesos, y les otorga la seguridad y confianza que les permite “ser” a cada uno en su individualidad, dentro del grupo.

Todas las vivencias de la sala, acompañadas de la figura del psicomotricista, favorecen además la apertura emocional del niño y de la niña. Esta apertura permite el desarrollo del pensamiento y de la simbolización, fundamental para su evolución en etapas posteriores.

En la infancia las emociones son intensas, se mezclan, no se comprenden. La sala ayuda a iniciar el camino de la gestión emocional en los niños y en las niñas. Esta gestión es necesaria para una buena salud mental, sinónimo de resiliencia y empatía.

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